jueves, 1 de diciembre de 2016

Caravana de Fidel para la juventud cubana

Esta fue la caravana de Fidel para mi generación, para la juventud cubana. Sabías que los mayores a diario nos juzgaban de ser menos revolucionarios por no haber vivido contigo la efervescencia del triunfo, por no haberte seguido en aquel recorrido victorioso de enero de 1959, y no podías hacer otra cosa que regalarnos también una marcha triunfal esta vez de Occidente a Oriente.

Volviste a la cuna de las revoluciones en Cuba, ahora estás cerca del cuartel Moncada, junto a Céspedes, a Martí, a la madre de los Maceo, y los imagino conspirando, ideando maneras del salvar al mundo, abonando el fruto del árbol de la libertad cuya semilla plantaron entre todos, para que el árbol siga erguido, recto como ustedes mismos.
Y aunque hoy no estás físicamente, este no fue un trayecto de muerte, sino de luz. Esta vez no eran analfabetos ni personas insalubres quienes se convocaban a ambos lados de la carretera para saludarte. Era un pueblo iluminado, trabajador, con una esperanza de vida superior a la de países desarrollados.
Ahora no saludaban al hombre que significaba el cambio, vitoreaban al hombre que cambió a Cuba, al que cumplió cuanto dijo en La historia me absolverá, al que en medio de las adversidades, siempre dando el pecho a las balas, enfrentó huracanes, inundaciones e intentos de asesinato.
Fidel, siempre claro, previsor, nos acostumbró hace algunos años a no tenerle tan cerca, con esas reflexiones certeras en momentos claves nos dejó claro que de él lo más importante que debían guardar los cubanos no era la imagen del líder en la plaza sino las ideas del líder, ese que aunque viéramos ya poco seguía ahí.
A los noventa nos dejó, se lo había dicho a Maduro, y como todo lo que dijo lo cumplió… pero por primera vez no estoy de acuerdo contigo, y somos millones los que esta vez te reprochamos algo: no te queremos dejar ir, y no lo haremos. Esa flor, esa firma y el tributo en la ceremonia de Santa Ifigenia no son adiós, son compromiso.
    

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