Manos grandes, estatura inmensa, andar erguido, la frente
alta y una forma de hablar que invita a escuchar, a reflexionar. Así es Fidel,
ese al que la gran barba no le puede opacar la sonrisa, y que anda por ahí, en
todos lados, reparando sueños y corazones rotos, arreglando el mundo.